La pistola

 



Y ella vino a mi casa. Un peligro la acechaba, por eso, me pidió una pistola. Algo grave le ocurría, lo percibí en su expresión facial y en su forma de mover las manos cuando necesita protegerse de un daño inminente. Me sentí angustiada e impotente porque no podía ayudarla. No sabía ni dónde, ni cómo conseguir una pistola. Las armas son ilegales. Tal vez podría comprar una escopeta de aire comprimido, pero, como siempre, no tenía dinero y no la pude ayudar.

Advertida del peligro, fui al Cuartel de la Guardia del Sombrero Negro, para pedir ayuda y protegerla. Fue en vano, pues dos Guardias del Sombrero Negro, ejercían el tráfico de drogas y blanqueo de capital en los pisos francos (pisos dedicados a custodiar testigos protegidos).

Hoy he leído la prensa. He sabido que las armas vienen dentro de los fardos de las narcolanchas. Se compran en países que están en guerra y se venden aquí.

Ahora entiendo por qué, el motero que conducía la Harley, apareció muerto en su casa con un tiro en la cabeza. La versión de la prensa local era que se había suicidado. ¿Realmente se suicidó o fue abatido en una redada? Pues, en el momento de los hechos, su casa estaba rodeada por una veintena de policías. Intentaban capturarle, precisamente por tráfico de armas.

Aquel compañero de trabajo, con quien tan bien me llevaba y siempre me decía “puedo ayudarte en cualquier cosa que necesites, cuenta conmigo”. Yo le daba las gracias, sin más, nunca le pedí nada. Ahora entiendo, que si le hubiese pedido algo, tal vez me habría ayudado, pues él era íntimo amigo del motero de la Harley. Aún así, ingenua fui, que me trataba muy bien y ni siquiera llegué a sospechar qué negocios ocultos se traían entre manos.

Durante las detenciones de los delincuentes drogadictos, las formaciones políticas de izquierdas y sus aliados, lo anunciaron a bombo y platillo, en prensa local. Incluso animaron para que la gente se concentrase en la puerta de los juzgados y gritar a todo pulmón unas frases que ya traían aprendidas. No ocurrió lo mismo con la detención del médico violador, ni con la detención de los Guardias del Sombrero Negro.

Y no la vi porque Nerea me sacó a empujones de delante de los juzgados.

Los políticos nos traen el problema y nos venden la solución.


Aquí Sofía, desde Tierra de Caciques, criticando las injusticias y haciendo uso de uno de los pocos derechos que me han dejado, Constitución Española de 1978 - Artículo 20.


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