CAPÍTULO 10 - EL CUMPLIMIENTO DE LA PENA

 




Y llegó el día de la pena. Nos “arrestaron” sin que hubiese alguna autoridad competente en la materia. El arresto consistió en lo siguiente:

A las 7 de la mañana, Gastón nos ordenó salir desde un punto concreto y llegar hasta la Plaza de Caciques. A esa hora era de noche, había oscuridad y según íbamos avanzando en nuestras tareas, nos dimos cuenta de que estábamos solas, no había nadie más.

Laila y yo hablamos. Nos habían puesto el mismo recorrido de la vez anterior y debíamos hacerlo en el mismo tiempo. Pues, el resto de personal laboral apoyaba la idea de la imposibilidad de hacer todo aquello en tan corto tiempo.

Nos organizamos: Layla y Catalina por la izquierda. Sanchina y yo por la derecha. ¡Y vaya que si avanzamos! Fue parecido a una maratón donde ninguna se rindió.

¡Y realmente llegamos a la Plaza de Caciques en tiempo record!

En la plaza estaba Cucaña, rodeada por el resto de personal e imitando mi forma de hablar y mis gestos en plan “tocapelotas”. Gastón se acercó rápidamente hacia nosotras, en esto le dije ¿podemos hablar? Y nos apartamos un poco para que nadie oyese nuestra conversación. Le dije ¡mira el reloj! Mientras señalaba al reloj de la plaza. ¿Ese reloj está bien? _Si_ respondió. Son las nueve menos cuarto, dije y añadí: ¡queda demostrado que este trabajo en este tiempo sí se puede hacer!

En aquel instante, creí que el asunto quedaría zanjado, pero no fue así. Gastón no paró. Es más, sin tener obligación de hacerlo, le pedí disculpas por habernos marchado antes y por haberme parado a hablar con mis compañeras, la vez anterior. Añadí que había un asunto que quería saber y por eso quise preguntar.

La respuesta de Gastón contenía de todo, menos lo esperado. Debió ser porque mi concepto de la palabra jefe, era totalmente opuesto de lo que pude observar en Gastón.

Su respuesta fue: “si quieres saber algo, te subes al coche y vamos a dar una vuelta o vamos al cuarto, que yo te digo”.

Gastón era así de sutil. Decidí no arriesgarme a comprobar si aquello lo decía en un sentido u otro.

Me pregunté ¿Quién habrá sido el que nos ha metido este jefe?

Volví mas veces al Área del Cuarto. Con el tiempo descubrí que quien eligió este jefe sin ningún tipo de formación o examen para ocupar el puesto fue Reparo Caquín y su partido político.

Reparo Caquín era de izquierdas, feminista y cada 8 de marzo, en la Plaza de Caciques, levantaba el puño con ímpetu.

Ocurrieron más cosas con diferentes mujeres en El Cuarto y Gastón salía impune de todas las situaciones.

Entendí que Reparo Caquín nos había vendido a todas a cambio de un puñado de votos. Me dolió saberlo y dejé de votar. Jamás en la vida volveré a depositar mi confianza en un partido político.

En cuanto a la foto de los delincuentes, me enteré de todo aquello que Nerea quiso ocultarme desde el momento que me sacó a empujones de delante de los Juzgados. Ayudé, en la medida de lo que pude, al chico que me hizo cabrear aquel día en la calle. Su conducta conmigo no se parecía en nada con lo que había leído en prensa. Era un chico muy callado y conmigo fue muy educado. Ni una mala palabra, ni un mal gesto, ni nada de nada… Desconozco los detalles del delito y tampoco quiero conocerlos. Fui a visitarle y pude verle a través del cristal. Cogí el telefonillo y le dije: este no es tu sitio. Debió ser porque mi mente no aceptaba la realidad que tenía ante mis ojos. Él se emocionó y yo también. Pero, no exteriorizamos nuestra emoción. Fui capaz de aguantar estoicamente hasta que salí de allí. No volví porque no me sentía capaz de volver a verlo en aquella circunstancia.

Aquí Sofía, desde Tierra de Caciques, criticando las injusticias y haciendo uso de uno de los pocos derechos que me han dejado. Constitución Española de 1978 - Artículo 20

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