CAPÍTULO 3 - LA SAGA DE LOS PERLÁ

 




Cucaña Perlà era tosca y ordinaria como ella sola. No había hecho nada positivo por ganarse un puesto de trabajo. Sin embargo, allí estaba trabajando. Su padre, Merlín Perlà había sido funcionario y antes de jubilarse procuró un puestito para cada uno de sus hijos y consiguió enchufarlos a todos en el Gobierno de Tierra de Caciques, por eso, Cucaña tenía trabajo fijo.

Merlín Perlà y mi padre habían sido amigos, sobre todo, de juergas. En mi casa se notaba la escasez de alimentos cada vez que estos dos elementos se dejaban el dinero en la casa de las putas. No ocurría lo mismo en casa de Merlín, pues a pesar del derroche, su economía permanecía eternamente intacta.

Cucaña había heredado la costumbre de su padre, es decir, juergas de beber hasta el amanecer con su consecuente derroche. En este aspecto, era igualita a él.

Al parecer, estas juergas no afectaban a su trabajo porque, aunque viniese de amanecida, igualmente se incorporaba a su puesto. Además, la suerte estaba de su parte porque había conseguido ese trabajo sin haber hecho ningún concurso, examen u oposición. Su aval era “su experiencia en el puesto y su padre”.


Aquí Sofía, desde Tierra de Caciques, criticando las injusticias y haciendo uso de uno de los pocos derechos que me han dejado. (Constitución Española de 1978 – Artículo 20)

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