CAPITULO 6 - LA GUARDIA DEL SOMBRERO NEGRO

 




Por aquellos días, en Tierra de Caciques ocurrió un suceso muy grave, por esta razón, un miembro del Cuerpo de la Guardia del Sombrero Negro difundió unas fotos a través de Redes Sociales. Aunque este hecho es ilegal, fue apoyado y vitoreado por todos los habitantes de Tierra. En aquel momento, yo estaba trabajando en el Área del Cuarto y había un gran revuelo con aquel suceso.

Días antes, había visto por la calle a un joven al que no saludé porque no le conocí. Parece ser que él si sabía quién soy. Debió ser que se sintió incómodo con mi no-saludo porque se acercó y en tono chulesco, me preguntó: _¿Quieres poner la cara por la mía en una foto?_ . No entendía nada de lo que aquel joven me estaba diciendo, pero, si que me hizo cabrear y le contesté. Vamos a ver: ¡¿Y ahora, por qué tengo yo que poner la cara mía por la tuya en una foto?! ¡¿Tú quién eres?! Automáticamente, el joven se tapó su cara con sus manos y se fue muy deprisa, huyendo, sin decirme nada más. Pensé que debía tratarse de algún amigo de la gente joven de mi familia y quizás se fue avergonzado. No le di mayor importancia.

Pasaron días hasta que me acordé del joven. En una fiesta popular de Tierra de Caciques, intenté evitar una pelea. Agarré a uno para separarlo del otro y no había forma humana de desprenderlo porque el otro le tenía fuertemente sujeto por la camisa. Otro hombre vino para ayudarme y le dije: "Aquí la única forma es arrancarle la camisa a éste". Entonces, cogí un lado de la costura, él cogió el otro lado y le dije: ¡tira!, le rasgamos la camisa y así conseguimos separarles. Dejé a un joven musculoso, tatuado y sin camisa en medio de una fiesta. En esto, la Guardia Local de Tierra se abalanzó sobre nosotros y querían llevárselo. No entendía nada, pues entre ellos hablaban y decían que le conocían. Sólo por eso querían llevárselo, aún, cuando en ese momento el joven no estaba haciendo nada malo e impedí que se lo llevaran. En vista de los hechos, me fui a casa y no quise saber más de fiestas.

Había otro joven que estaba incontrolable, como un caballo desbocado. Fue arrestado por la Guardia del Sombrero Negro y en los calabozos le dieron una paliza que duró toda la noche. Entre unos hechos y otros, la Guardia Nacional abrió una investigación que culminó con la detención de dos agentes del Cuerpo de la Guardia del Sombrero negro por tráfico de drogas y blanqueo de capital. Estos hechos habían sido perpetrados en dos pisos que, se supone, estaban destinados para testigos protegidos y denunciantes de corrupción (pisos francos). Y a éstos dos Guardias del Sombrero Negro, no les sacaron fotos con sus caras en los medios de comunicación, a pesar de ser un hecho delictivo grave.

Todo empezó cuando la foto que el Sargento Portento difundió ilegalmente, llegó a mi teléfono móvil. Durante el fin de semana, hubo sirenas, persecuciones y detenciones de personas jóvenes. Algunas, visiblemente drogadictas.

Eran fechas muy próximas a la Navidad y yo estaba ultimando unas compras e iba acompañada por Nerea, una persona muy cercana a mí. Pasamos por delante de los Juzgados y había gran cantidad de gente aglomerada en la acera y también en la calle, como si de un gran evento se tratase.

Quise detenerme entre la gente, para ver qué estaba ocurriendo, pero Nerea, tremendamente insistente, me sacó de allí a empujones y no pude ver lo que estaba pasando. Nerea me dejó en casa y se fue muy deprisa. No volví a salir de casa porque no quise quedar mal con Nerea y decidí hacerle caso.

Al día siguiente, era sábado y me tocó trabajar en grupo. Los acontecimientos del viernes eran la “comidilla del pueblo”. Hablaban de los detenidos y de las detenidas. Trabajé con Sanchina, Laila y Catalina. No sé por qué razón, ese día, también vino Cucaña Perlà y se fue a trabajar con Nicolás.

Nosotras iniciamos las tareas encomendadas, bien organizadas y a toda pastilla. Cucaña se puso a hablar con Nicolás y allí quedó. Nosotras continuamos con nuestro trabajo y llegamos a la Plaza de Caciques en tiempo récord. Estuvimos esperando bastante tiempo, y nadie más llegaba.

En esto, estuve hablando con Catalina de las detenciones del día anterior, pues ella si que estuvo en los Juzgados, acompañando a su tía, porque su primo estaba entre los detenidos. Saqué mi móvil y le enseñé la foto que circulaba por las redes. Le pregunté de aquellos chicos, quién más estaba detenido y me respondió que todos.

En prensa salió publicado que hubo más detenciones y, por Catalina, me enteré de las demás personas que todavía estaban en el calabozo. Aún así, no lo pude confirmar. Llevábamos un rato esperando, habíamos terminado nuestras tareas, nadie aparecía y nos fuimos, cada una a su casa, de buen rollo y contentas con el trabajo realizado.

En aquel momento creí que, para trabajar, solamente era necesario tener motivación. Mis compañeras estaban motivadas y aquella sensación de motivación me hacía sentir bien.

Lo que nunca pude imaginar, fue lo que pasó el lunes, cuando llegué al Cuarto para iniciar mi jornada laboral.

Aquí Sofía, desde Tierra de Caciques, criticando las injusticias y haciendo uso de uno de los pocos derechos que me han dejado (Constitución Española de 1978 - Artículo 20)

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